Los sonidos de fondo son el decorado de nuestros estados de ánimo.
Nos fijamos tan poco en ellos como en los olores. De hecho, solemos borrarlos encasquetándonos unos auriculares. Pero ahí siguen. Enlazo este artículo con el anterior, en el que hablé de Constantino Romero. Se me acabó el espacio sin llegar a decir que ha muerto el actor James Earl Jones, que fue la voz cinematográfica original de Darth Vader y de Mufasa. Aunque luego Constantino lo corrigiera en castellano, hay que pensar en la de veces que los angloparlantes habrán escuchado a Darth Vader asegurar que es el padre de Luke Skywalker o habrán oído a Mufasa, sin reparar en que estaban oyendo la voz de James Earl Jones. Esa voz, como la de Constantino, forma parte de la educación sentimental de varias generaciones. Probablemente, en cambio, a la generación X y a la Z, y las que vayan viniendo, les suenan poco Mazinger Z o La abeja Maya o Marco. Series que nos echaban a la hora de merendar a los niños del Bum. Las canciones de sus bandas sonoras las compuso Alfredo Garrido. Otro que acaba de morirse hace un par de semanas. Parece que estos artistas que trabajan sin dar la cara prefieren marcharse también de forma muy discreta. Y sin embargo son los verdaderos directores de nuestra memoria porque, antes que recordar secuencias de las series, recordamos el estribillo de sus canciones, por mucho que no nos gustasen ni las canciones ni las series. Las aprendimos como se aprenden ciertas cosas en el colegio, cantando y casi sin querer. Y al volver a escucharlas, nos remiten a un tiempo que sigue latiendo tras la cortina de las décadas y los años. Paro de teclear y oigo al fondo a los estorninos negros, que están activos en septiembre. En febrero oigo al mirlo, en primavera el zureo cabreado de la tórtola turca, después a los etéreos vencejos, en las madrugadas de agosto el martillo de las chicharras. Ahora, los estorninos y los aviones de guerra, que no paran de pasar y que son de guerra, aunque sean nuestros. Esa es la banda sonora del equinoccio de otoño en mi sobrado.
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