Me sobresalto cada vez que asisto a un espectáculo de teatro en Chinchilla y, unos minutos antes de que empiece, Constantino Romero toma el micrófono y nos recuerda que faltan cinco minutos y que no olvidemos apagar los móviles.
Viene a decírnoslo desde el más allá, puesto que Constantino murió en 2013. Murió por cierto relativamente joven, con 65, fulminado por una esclerosis lateral amiotrófica. La dichosa ELO cuyo texto legal por fin han encarrilado en el Congreso y empezará a tramitarse en octubre. Es curioso que el papel de avisador sea el que más me impacta de todos los personajes de Constantino. Será porque suena como si te hablara un vecino muerto. Era tan familiar su voz que me sigue defraudando escuchar a Clint Eatswood en versión original. Se me desinfla y tengo que hacer un esfuerzo para volver a meterme en la película. Y qué decir de los malos y aquellas frases tremendas: el “no, yo soy tu padre” de Dark Vader en El imperio contraataca, el discurso final del replicante en Blade Runner, el “volveré” de Terminator. Más que tener una voz de cine, Constantino Romero era el cine. Al menos en aquellas, mis mejores décadas como espectador. Ahora ha cambiado. O las películas abarcan una tarde entera o son sobre todo series, que veo sistemáticamente en versión original, como tendríamos que haberlas visto siempre si el franquismo no hubiera creado una industria de doblaje para controlar lo que decían los actores de Hollywood. Claro, que nos hubiéramos perdido a Constantino. El día que murió, yo estaba de alcalde y cuando me llamaron de Radio Nacional para darme la noticia y preguntarme, es como si hubieran cerrado el cine. Él siempre decía que era chinchillano. Pero no nació aquí, aunque su madre tenía casa y él se pasaba a visitarla. Eso sí, proclamó tantas veces su chinchillanía que se la ganó de sobra. Al final uno es de donde quiere ser. Intentamos montar un pequeño museo con sus recuerdos, pero no conseguimos reunirlos. Nos quedó el auditorio con su nombre. Y su voz de vecino recordándonos que apaguemos el móvil. Esa grabación vale por un museo.
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