sábado, 23 de noviembre de 2024

Ruido


Prefiero sumergirme en la ficción del cine y de las novelas que en la ficción de los titulares de las noticias. Y eso no quiere decir que pierda de vista la realidad. No necesito ruido para orientarme. Al contrario, si consigo orientarme es gracias a que me alejo del ruido. La navaja de Ockham nos advirtió hace 800 años que, cuando hay dos explicaciones sobre un hecho, la más sencilla siempre es la verdadera. Pero rara vez hay solo dos versiones; siempre hay mil porque todo el mundo da la suya. Entonces ocurre como cuando vas al mercado a por chocolate y te enfrentas a una estantería llena de marcas y de tipos diferentes. No hay manera de decidirte. Cuesta mucho entre más de tres posibilidades. En esos casos recurro a la navaja de Ockham, que no es otra cosa que el sentido común. Los hechos son los hechos. Lo demás es ruido. Para que te engañen, tienes que dejar que te engañen. A menudo la mentira coincide con lo que tú desearías que hubiera pasado. La película Marco nos cuesta la historia de Enric Marco, un falsario que hizo creer a todos que había estado prisionero en el campo de concentración nazi de Flossenbürg. Amparándose en esta mentira se convirtió en cabecilla y símbolo de las víctimas españolas de la Alemania de Hitler. Todos querían creerle. Hasta que un historiador descubrió que la versión de Marco era un invento burdo, casi infantil. El historiador actuó como el niño del cuento de Ándersen: fue el único que se atrevió a decir en voz alta que el emperador estaba desnudo. Es el papel que deben desempeñar los medios de comunicación: contar los hechos y evitar los ruidos. Difícil tarea. Cada vez son menos los medios que distinguen y separan los hechos comprobados del ventilador de opiniones. Muy pocos analizan. La mayoría añaden ruido. Deliberadamente. Me gustan las novelas y las películas porque no intentan engañarme: son ficción. Por cierto, Enric Marco luchó hasta el último instante de sus 101 años por imponer la mentira de que había estado prisionero en Flossenbürg. Era un enfermo de irrealidad. ¿Pero quién no lo es en este mundo escandaloso?

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Estos artículos se han publicado los domingos en la página 2 del diario La Tribuna de Albacete