domingo, 5 de enero de 2025

Magia menguante

 


La primera de las pérdidas del niño, y la más dolorosa, es la de la magia. Esto observó Nietzsche. Y en ninguna peripecia se constata tanto esta pérdida como en la mañana en que despertamos resignados a la certeza de que los regalos que encontraremos a los pies de la cama no los trajeron los Magos de Oriente. No es un convencimiento súbito, sino el producto de una lucha interior, de una resistencia al sentido común, tan adulto y tan decepcionante. Tampoco será la última vez que la magia se nos escapará entre los dedos, pero es la primera, la que más huella deja. Luego, casi siempre en la primera adolescencia, nos tocará aceptar que no somos inmortales. Y así, uno tras otro, la magia va perdiendo sus reductos, hasta abandonarnos ante irrebatibles certezas. No obstante, nunca perderemos del todo esa sugestión que desde niños forma parte de nuestra manera de afrontar el mundo. Al final hay una edad en la que solo nos consuela perseguir la belleza. Casi siempre en donde nos señalan que la hallaremos, porque somos seres sociales y por tanto gregarios. Si nos dicen que la bóveda de luces navideñas que han instalado en la calle Ancha es belleza, allá que nos vamos a comprobarlo. Y hacemos un esfuerzo por convencernos de que estamos asistiendo a una singularidad, sobre todo si a nuestro alrededor nuestros congéneres se esfuerzan en la misma expectativa. He pensado en esto contemplando la puesta de sol en Oporto, mezclado con centenares de turistas que se agolpaban en el pretil del puente de Luis I, en la falda del Jardim do Morro y en la terraza de la Casa del Infante. Todos mirando hacia el mismo poniente hacia el que se dirige zigzagueando la lámina del Duero. Casi todos provistos de un móvil con cámara, para contrarrestar la fugacidad de esos instantes. No es el mismo escenario, claro, pero sí el mismo fenómeno al que yo asisto en solitario muchas tardes desde el castillo de Chinchilla. Suelo sentir entonces que el componente esencial de la magia es estar solo. Por el contrario, en Oporto he sentido que la magia es compartir con una multitud de extraños.

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Estos artículos se han publicado los domingos en la página 2 del diario La Tribuna de Albacete