Mediados los 80, en su oficina frente a la fuente del Parque, el concejal de urbanismo Jesús Alemán lamentaba la especulación que unas décadas antes de su llegada había convertido Albacete en una ciudad estrecha y alta. Edificios de cinco pisos flanqueando calles de un solo carril. Un dislate en una ciudad situada en una vasta llanura, sin impedimentos para extenderse a sus anchas, lo que podía haber hecho prolongando aquel germen de casas con patio que fue el barrio de Carretas antes de que la ola especulativa acabase incorporándolo. Seguimos creyendo que Azorín hablaba de rascacielos cuando escribió que Albacete era la Nueva York de la Mancha. En realidad lo que vio desde el tren fue la fábrica de harinas Fontecha con una iluminación que se le antojó neoyorquina. Vendría aturdido, en una ensoñación entre dos cabezadas. Pienso en todo esto, no puedo evitarlo, mientras recorro las anchuras vaporosas de Bilbao, que se ha sobrepuesto a la negritud de los altos hornos para convertirse en unas décadas en una ciudad que se pasea y se contempla. Sabido es que duerme en un valle, el Botxo, rodeada de montañas que le impiden expandirse. Podría haber rellenado el hueco de los hornos y los astilleros que ennegrecían la Ría con edificios altos y anodinos. Sin embargo ha sabido reinventarse, no solo por ese barco metálico que es el Guggenheim sino por los parques verdes y apacibles que dejan extasiarse a la mirada. Nosotros no tenemos río. Tuvimos uno que acabó degenerando en val y más tarde en la asfaltada calle Ancha. El canal de María Cristina es un artificio pestilente. En cuanto al cauce por el que se deslizaban los trenes bajo el puente de Madera, terminó siendo el Parque Lineal, que al menos alivia. Nada quedó sin embargo del Alto de la Villa, una montaña arrancada hasta las raíces, como una muela cariada, sobre la que encajaron el monstruo de Villacerrada. Vuelvo cabizbajo de Bilbao a esta ciudad estrecha, con pocas plazas y cielo fragmentado. Quizá uno de los requisitos de una ciudad sana sea que andando por la calle se divise el cielo abierto y al fondo el horizonte.
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