Da igual lo que haga Rafael Álvarez el Brujo, que nunca te marchas como llegaste.
Lo de menos es la obra que toque. La obra es él. Acudimos a ver al personaje, que es un género en sí mismo, el género del Brujo, lo mismo que algunos escritores como Borges son en sí mismos una Literatura. En el Festival de Chinchilla se ha hecho imprescindible. Viene todos los años y todos los años llena. El lunes él mismo bromeaba dudando si estaba repitiendo alguna escena. «Cuando me contratan, dijo, y me preguntan con qué obra iré, les digo que con la última, y así no me equivoco». Y sí que repite episodios, entreverados con los nuevos. Pero volvemos a reírnos. La risa no es tanto por la comicidad. Reaccionas riendo cuando te emocionas y los aplausos no bastan para desahogarte. Te ríes de cosas de las que solo te ríes viendo al Brujo. De pronto dejas de ser espectador y eres público. El lunes, el espectáculo se llamaba Mi vida en el arte. El Brujo abría la función recitando el «Cántico espiritual» de San Juan de la Cruz en una versión recortada, con buen criterio, porque el original consta de 40 estrofas y puede hacerse pesado. Los espectadores del siglo de Oro eran analfabetos pero sabían escuchar. Nosotros, que somos bachilleres, tenemos menos aguante. También recitó íntegra «La noche oscura» y dos sonetos de Lope de Vega y otro más de Quevedo, todos ellos aderezados con el violín, que sonaba en los momentos delicados. El Brujo no cuenta historias, las encarna. Dijo que fray Juan de la Cruz se escapó desnudo de su prisión en Toledo, que se enfrentó a un perro que terminó de arrancarle el taparrabos, que salió por la portería del convento de monjas, que alguna de ellas perdió el hilo de la oración al verlo de aquella guisa, que cruzó Zocodover desnudo… Cuánto reí, entre los que reían, mientras me maravillaba con aquellos cuentos que nunca sucedieron ni figuran en las biografías del que luego sería santo. No sucedieron, pero podrían haber sucedido. El mismo fray Juan se habría reído y aplaudiría. Al fin y al cabo (escribió Ángel González) no sabemos qué pasado nos aguarda.
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