Me gusta perderme en sitios donde perderse es barato.
Por ejemplo, el diccionario. El de papel era un laberinto donde leías cuatro palabras, todas fascinantes, antes de encontrar la que buscabas. Aunque con menor potencial, el diccionario digital conserva ese poder laberíntico. Acabo de toparme con la palabra “piruja”. Desde pequeño, guardaba yo la convicción de que una “piruja” es una bruja con una enorme verruga en la nariz, muy mala leche y un puchero negro donde remueve ponzoñas. La han azucarado un poco los cuentos infantiles, donde sigue siendo la mala, pero una mala de canción, una mala de darle escobazos al tren de la feria. Sin embargo, el diccionario me recibe, jubiloso como un perro, y me muestra “piruja” en su acepción 2: “mujer joven, libre y desenvuelta”. Es como si acabaran de inventar la definición, como si la hubieran escrito unos segundos antes de que yo llegara. Qué descubrimiento. Comprendo que lo de “bruja piruja”, se decía por la rima. Empiezo a pensar en pirujas que he conocido o de las que he oído hablar. Pienso en la Concha Velasco que cantaba La chica yeyé, pienso en Rita Hayworth, pienso en las sinsombrero de la Generación del 27, pienso en Emma Cohen a la que su marido Fernando Fernán Gómez llamaba Campanilla (otra piruja). De pronto se me llena la mesa de pirujas que no caben, de tantas como son, pero que sin duda son pirujas porque son desenvueltas y son todo lo libres que puede alcanzar un ser humano, cuando es mujer, saltándose los límites impuestos como si jugara a saltar la comba de su infancia. El tercer requisito, el de ser joven, entiendo que alude a una actitud vital, porque la vejez, sobre todo la mental, imposibilita para la desenvoltura. Para ser piruja, hay que ser mujer. Solo existe en femenino. Excepto si no vas a misa en El Salvador, que te llamarán pirujo. Para eso sirven las palabras, para descubrirte cosas que existían sin que lo supieras, para que dejes de señalarlas con el dedo. Un chute de diccionario y asomas a un jardín lleno de pirujas, que son mucho mejores que las hadas, porque son de verdad.
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