Seguro que habrán pensado que esta vez dedico mi columna a la insignificancia de Albacete.
Estarán preguntándose en qué ámbito. Pero no voy a hacer distingos. La inexistencia a la que me refiero abarca la totalidad. No importa que me objeten: pero hombre, si estamos aquí, friéndonos día y noche en estas calles, sobre este asfalto con el que hemos enmoquetado la llanura, bajo estos edificios que dan más calor que sombra, si precisamente porque las altas temperaturas suponen incomodidad, sabemos que estamos, percibimos que estamos. Ya, les contesto, pero ¿es que no habéis visto aún Mátrix? Uno puede creerse que está en un sitio y estar en otro. Se puede estar en las redes sociales y no estar. De hecho, cuanto más tiempo pasas en las redes, menos estás en la realidad tangible del ventilador (suponiendo que sea una realidad). Mi amigo Juanjo Jiménez ha publicado un libro de fotografías que se llama Albacete no existe en el que no aparece un solo ser humano, ningún albaceteño, ningún extra. Retrata calles, rincones, barrios, cornisas, fachadas, cúpulas. Pero la gente no está. Se supone que estará en otra parte, pero ¿dónde? O somos invisibles o hemos sido abducidos. Juanjo se siente culpable. Es doloroso ser un visionario, ver lo que nadie más ve. Yo le digo: tranquilo, Juanjo, lo que has hecho con tus fotografías es sacarnos de la ignorancia, mostrarnos que vivimos, pero no estamos, como esos muertos que descubren que están muertos porque no se reflejan en los espejos. A Juanjo lo que le pesa es que ninguna institución está dispuesta a apoyar un libro que prueba de forma manifiesta que la ciudad que quieren potenciar es una filfa. Sería alimentar su propia indefinición, la de estar al servicio de una ciudad imaginaria. Tampoco apoyan los libros en los que Albacete existe, quizá para no liarse. Los madrileños que van a la playa saben de qué hablo. Ven la línea del horizonte de la ciudad, con la cruz del depósito del agua temblando en el paisaje como un espejismo y luego la ven en el retrovisor desdibujándose en la bruma de la canícula.
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